Los diálogos de Jesús con la gente son siempre desconcertantes; pasmosos, a veces... bonitos de oir, así que te esponjan el corazón pero... para qué engañarnos... jodidos de vivir, con perdón.
Como aquella noche con Nicodemo... -¿Cómo le es posible a un hombre nacer de nuevo? ¿Cómo meterse de nuevo en la barriga de la madre? -El viento sopla donde quiere, como quiere, Nicodemo.
-¿Cómo hacer que nuestros Grupos nazcan también de nuevo? ¿Cómo volverlos al primer campamento, a la primera reunión de un grupo? ¿Cómo hacer pastoral nueva, de nuevo? -El viento sopla como le da la gana.
-¿Cómo engendrar vida de nuevo?
Tenemos veintitantos años: edad buena para seguir teniendo hijos, ¡dando vida!, pero hay que nacer de nuevo.
Pascua, no es mal tiempo para empezar de nuevo. Todos.
Como aquella noche con Nicodemo... -¿Cómo le es posible a un hombre nacer de nuevo? ¿Cómo meterse de nuevo en la barriga de la madre? -El viento sopla donde quiere, como quiere, Nicodemo.
-¿Cómo hacer que nuestros Grupos nazcan también de nuevo? ¿Cómo volverlos al primer campamento, a la primera reunión de un grupo? ¿Cómo hacer pastoral nueva, de nuevo? -El viento sopla como le da la gana.
-¿Cómo engendrar vida de nuevo?
Tenemos veintitantos años: edad buena para seguir teniendo hijos, ¡dando vida!, pero hay que nacer de nuevo.
Pascua, no es mal tiempo para empezar de nuevo. Todos.
1 comentario:
Es cierto que Jesús es desconcertante para aquel que le escucha. Los testigos de este Jesús resucitado, como él, estamos llamados a ser más desconcertantes que pacificadores. Quizá esto quiera decir ser luz. Porque el mensaje de Jesús no es nada tranquilizador, sino inquietante. Si no, ¿no hubiese sido mejor que se hubiese quedado en la tumba aquella mañana del primer día de la semana?
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