martes, 16 de junio de 2009
lunes, 15 de junio de 2009
miércoles, 10 de junio de 2009
sábado, 6 de junio de 2009
CHAMPAGNAT: el Dios de lo Imposible
Siempre escribo textos cortitos, incisivos, sugerentes, que quieren ser leidos en un minuto. Textos-flash acompañados de una foto que diga tanto o más que el texto.
Por desgracia, a veces tiene que llegar el pretexto de la celebración del 6 de junio para que recuerde a San Marcelino y me pare a pensar lo que un modesto cura francés del s. XIX sigue pintando en mi vida…
Pero hoy es Champagnat y le voy a tomar prestada la reflexión a Fernando Alés. No le he pedido permiso pero no creo que le importe. Es un texto más largo de lo habitual, pero hoy merece que nos paremos y pensemos. Lee, please. Hoy tienes tiempo.
Carlos Towers
Por desgracia, a veces tiene que llegar el pretexto de la celebración del 6 de junio para que recuerde a San Marcelino y me pare a pensar lo que un modesto cura francés del s. XIX sigue pintando en mi vida…
Para empezar, reconozco que, en demasiadas ocasiones, leyendo su biografía, me he quedado como “atascado” por sentirme ante una mentalidad extraña, una forma de hablar y pensar muy ajena en el tiempo, incluso una manera de entender a Dios excesivamente rigorista y normativa. Me parecía que se necesitaba demasiado esfuerzo para “traducir” sus palabras a nuestro lenguaje y para actualizar sus intuiciones a las necesidades de la sociedad de hoy.
Sin embargo, si uno está atento a leer entre líneas el relato de la vida de Champagnat, sí que se captan algunas experiencias realmente sorprendentes, desconcertantes…, pero ciertamente maravillosas. Al mí al menos me sigue resultando útil para tratar de comprender al Dios del evangelio, para no olvidar al Dios en que creo.
Sí, ¡porque cuántas veces me olvido de que la “lógica” de Dios es bien diferente; de que Su forma de pensar, Sus criterios y Su estilo de hacer las cosas se parece bien poco a aquello a lo que estoy acostumbrado!
¿A quién, si no, se le habría ocurrido pensar, en tiempos de Marcelino, que aquel sacerdote de campo, sin muchas letras, con tendencia a subirse a los andamios y a veces un poco “cabezón”, terminaría siendo un santo? Pero Dios estaba con él y cuando eso sucede, pasan cosas increíbles a primera vista… Por ejemplo, que alguien que fracasó en la escuela, y que a duras penas aprendió a leer, terminara fundando una congregación para la educación y la enseñanza.
Pero esos parecen ser los caprichos de Dios, tal y como lo atestiguan la mayoría de los personajes bíblicos: el tartamudo de Moisés llamado a defender a su pueblo ante el Faraón, el jovenzuelo David enfrentándose al gigante Goliat; la campesina de una aldeílla perdida que se ve un día elegida para ser madre del Señor, o el rudo pescador que traiciona a Jesús hasta tres veces y al que no obstante se le reconoce como líder de la primera comunidad cristiana… Esto no puede ser casualidad: aquí hay una lección importante de fondo. Dios se toma demasiado interés en contar con gente débil, impotente e insignificante para hacer las cosas aparentemente importantes en la historia.
Y así se ve también en la historia de Marcelino y de sus primeros hermanos. Casi todos gente sencilla, sin formación, analfabetos muchos de ellos, pero arrastrados por la confianza de un hombre al que le dolía ver en su entorno rural tantas situaciones penosas de pobreza e ignorancia. Y que estaba convencido de que aquellas gentes no estaban ni estarían nunca “dejados de la mano de Dios”. No sería un tipo brillante ni elocuente, pero algo tendría Champagnat para que fuera enganchando a más y más jóvenes a colaborar en sus proyectos. Sería quizá su forma de mirar a los ojos cuando estaba seguro de que cuanto soñaba venía de Dios y no de sus propias elucubraciones…
Por eso, ante la imagen de Champagnat a sus 27 años, inaugurando en un caserón destartalado lo que luego sería el germen de la congregación marista, con un ex-soldado que no sabía leer y con un menor de edad, casi un chiquillo, uno no sabe si echarse a reír o a temblar. ¡Qué miedo si de verdad Dios elige hacer su “trabajo” de forma tan precaria! (Casi diría hasta tan ridícula). ¡Menudo Todo-poderoso!
Marcelino y sus primeros compañeros no jugaban con las cartas marcadas ni con ases debajo de la manga: no sabían cómo terminaría su aventura. El fundador tenía ciertamente un buen sentido práctico y ojo para hacer negocios, pero humanamente, muchos de sus proyectos eran “técnicamente” inalcanzables para los recursos tan escasos con los que contaban. Pero algo sí tenían a manos llenas: debilidad. Y eso les permitió paradójicamente descubrir algo fantástico: que sí, efectivamente, ellos eran un puñado de jovenzuelos sin cualificación, sin talento; pero que Dios es Señor de lo Imposible, capaz de sacar vida de lo estéril y de lo que para muchos está ya desahuciado. Más aún: que no sólo sabe de antemano el barro del que estamos hechos (¡por supuesto! ¿Acaso no nos creó Él?), sino que además apuesta por esa forma de hacer las cosas, por más que nos cueste entenderlo.
Y no nos engañemos: esto suena muy fácil casi doscientos años después. Pero en sí tiene muy poco de “romántico”. Porque en el fondo, a todos nos gusta sentirnos fuertes, ir a lo seguro, contar con la gente más preparada, tenerlo todo controlado… Y luego, llevarnos los aplausos. Pero lanzarse a afrontar retos contando con medios precarios, con lo verdaderamente débil, significa exponerse al riesgo fracaso, al ridículo, al menosprecio ajeno…
Va a ser que, al final, la mayoría de las disculpas que le ponemos al Señor para no complicarnos la vida son eso… vulgares excusas: “Yo no valgo para…”, “No me siento preparada…”, “No hace falta tomarse las cosas tan a pecho…” Atención, Dios no suele contar con la gente en función de sus capacidades y aparentes fortalezas. ¿No nos iría mucho mejor en clave de fe, si no dedicáramos tantas energías a disimular nuestra fragilidad y a escondernos de ella? ¡Cuánto me emociona leer los cuadernos de Champagnat y ver escrita con frecuencia en sus márgenes una oración tan sencilla como la de “Tú sabes, Señor…”! Me encantaría ganar también en esa transparencia del que no tiene nada que esconder ante Dios. Del que no necesita hacerse el fuerte, el listo, el sabio…, porque se siente acompañado por una Presencia de cariño incondicional. ¿Cómo no iba a entusiasmarse Marcelino con María de Nazaret, si ella vivió al máximo esa misma experiencia?
Le pido a nuestro Padre Bueno que aumente mi fe para reconocerle como Marcelino en lo pequeño e insignificante. Y también que me haga no perder la confianza en lo imposible. Ojalá María y Campagnat nos sigan dando a todos/as “noticias” de ese Dios desconcertante y entrañable. ¡Feliz día de San Marcelino!
Sin embargo, si uno está atento a leer entre líneas el relato de la vida de Champagnat, sí que se captan algunas experiencias realmente sorprendentes, desconcertantes…, pero ciertamente maravillosas. Al mí al menos me sigue resultando útil para tratar de comprender al Dios del evangelio, para no olvidar al Dios en que creo.
Sí, ¡porque cuántas veces me olvido de que la “lógica” de Dios es bien diferente; de que Su forma de pensar, Sus criterios y Su estilo de hacer las cosas se parece bien poco a aquello a lo que estoy acostumbrado!
¿A quién, si no, se le habría ocurrido pensar, en tiempos de Marcelino, que aquel sacerdote de campo, sin muchas letras, con tendencia a subirse a los andamios y a veces un poco “cabezón”, terminaría siendo un santo? Pero Dios estaba con él y cuando eso sucede, pasan cosas increíbles a primera vista… Por ejemplo, que alguien que fracasó en la escuela, y que a duras penas aprendió a leer, terminara fundando una congregación para la educación y la enseñanza.
Pero esos parecen ser los caprichos de Dios, tal y como lo atestiguan la mayoría de los personajes bíblicos: el tartamudo de Moisés llamado a defender a su pueblo ante el Faraón, el jovenzuelo David enfrentándose al gigante Goliat; la campesina de una aldeílla perdida que se ve un día elegida para ser madre del Señor, o el rudo pescador que traiciona a Jesús hasta tres veces y al que no obstante se le reconoce como líder de la primera comunidad cristiana… Esto no puede ser casualidad: aquí hay una lección importante de fondo. Dios se toma demasiado interés en contar con gente débil, impotente e insignificante para hacer las cosas aparentemente importantes en la historia.
Y así se ve también en la historia de Marcelino y de sus primeros hermanos. Casi todos gente sencilla, sin formación, analfabetos muchos de ellos, pero arrastrados por la confianza de un hombre al que le dolía ver en su entorno rural tantas situaciones penosas de pobreza e ignorancia. Y que estaba convencido de que aquellas gentes no estaban ni estarían nunca “dejados de la mano de Dios”. No sería un tipo brillante ni elocuente, pero algo tendría Champagnat para que fuera enganchando a más y más jóvenes a colaborar en sus proyectos. Sería quizá su forma de mirar a los ojos cuando estaba seguro de que cuanto soñaba venía de Dios y no de sus propias elucubraciones…
Por eso, ante la imagen de Champagnat a sus 27 años, inaugurando en un caserón destartalado lo que luego sería el germen de la congregación marista, con un ex-soldado que no sabía leer y con un menor de edad, casi un chiquillo, uno no sabe si echarse a reír o a temblar. ¡Qué miedo si de verdad Dios elige hacer su “trabajo” de forma tan precaria! (Casi diría hasta tan ridícula). ¡Menudo Todo-poderoso!
Marcelino y sus primeros compañeros no jugaban con las cartas marcadas ni con ases debajo de la manga: no sabían cómo terminaría su aventura. El fundador tenía ciertamente un buen sentido práctico y ojo para hacer negocios, pero humanamente, muchos de sus proyectos eran “técnicamente” inalcanzables para los recursos tan escasos con los que contaban. Pero algo sí tenían a manos llenas: debilidad. Y eso les permitió paradójicamente descubrir algo fantástico: que sí, efectivamente, ellos eran un puñado de jovenzuelos sin cualificación, sin talento; pero que Dios es Señor de lo Imposible, capaz de sacar vida de lo estéril y de lo que para muchos está ya desahuciado. Más aún: que no sólo sabe de antemano el barro del que estamos hechos (¡por supuesto! ¿Acaso no nos creó Él?), sino que además apuesta por esa forma de hacer las cosas, por más que nos cueste entenderlo.
Y no nos engañemos: esto suena muy fácil casi doscientos años después. Pero en sí tiene muy poco de “romántico”. Porque en el fondo, a todos nos gusta sentirnos fuertes, ir a lo seguro, contar con la gente más preparada, tenerlo todo controlado… Y luego, llevarnos los aplausos. Pero lanzarse a afrontar retos contando con medios precarios, con lo verdaderamente débil, significa exponerse al riesgo fracaso, al ridículo, al menosprecio ajeno…
Va a ser que, al final, la mayoría de las disculpas que le ponemos al Señor para no complicarnos la vida son eso… vulgares excusas: “Yo no valgo para…”, “No me siento preparada…”, “No hace falta tomarse las cosas tan a pecho…” Atención, Dios no suele contar con la gente en función de sus capacidades y aparentes fortalezas. ¿No nos iría mucho mejor en clave de fe, si no dedicáramos tantas energías a disimular nuestra fragilidad y a escondernos de ella? ¡Cuánto me emociona leer los cuadernos de Champagnat y ver escrita con frecuencia en sus márgenes una oración tan sencilla como la de “Tú sabes, Señor…”! Me encantaría ganar también en esa transparencia del que no tiene nada que esconder ante Dios. Del que no necesita hacerse el fuerte, el listo, el sabio…, porque se siente acompañado por una Presencia de cariño incondicional. ¿Cómo no iba a entusiasmarse Marcelino con María de Nazaret, si ella vivió al máximo esa misma experiencia?
Le pido a nuestro Padre Bueno que aumente mi fe para reconocerle como Marcelino en lo pequeño e insignificante. Y también que me haga no perder la confianza en lo imposible. Ojalá María y Campagnat nos sigan dando a todos/as “noticias” de ese Dios desconcertante y entrañable. ¡Feliz día de San Marcelino!
Fernando Alés
Huelva, junio 2009
Huelva, junio 2009
viernes, 5 de junio de 2009
Vísperas de Champagnat
Champagnat podría sugerirnos algunas preguntas... Por ejemplo:
¿Con quién te sientas en la mesa (de la Valla)? ¿En qué balcones eres capaz de dormir (para que otros duerman en la cama)? ¿Qué campana inventas para despertar tu vida? ¿Qué tal las rocas (de tu Hermitage)? ¿Dónde construyes la capilla del bosque (si la oración de siempre no te sirve)? ¿Quiénes son tus preferidos? ¿Para quién fundas tus escuelas?
Y, como estas, muchísimas más...
Mañana... ¡feliz día de los niños y los jóvenes! ¡Feliz día de Champagnat!
miércoles, 3 de junio de 2009
martes, 2 de junio de 2009
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